1936-1939 COLECTIVIZACION DEL CAMPO Y LA CIUDAD EN LA ESPAÑA
REVOLUCIONARIA
Hace 84 años se desarrolló la gran gesta heroica de la
Revolución Española (1936-1939), donde compañeras y compañeros llevaron a la
práctica los ideales que abrazaron, colectivizando campos y ciudades superando
las restricciones impuestas por la guerra.
Estas colectivizaciones estuvieron influenciadas por la
labor previa desarrollada por los anarquistas y anarcosindicalistas de la CNT y
de la FAI, por los motivos que esbozaremos a continuación.
Colectivización en las ciudades
Tomando como punto de referencia al 17 de julio de 1936,
donde el ejército de Marruecos había iniciado la sublevación para derrocar al
gobierno republicano, las negociaciones resultaron frustradas rápidamente y el
pueblo se lanzó a las calles. Los sindicatos alertaban a los trabajadores sobre
la necesidad de ponerse en pie de guerra, como también la de tomar por asalto
las armerías. Se declaró huelga general revolucionaria, dando origen a la
sublevación del pueblo, el 19 de julio.
Por su parte, las tropas de casi toda España irrumpían en la
calle, declaraban el estado de guerra y ocupaban lugares estratégicos.
En principio, la insurrección había sido aplastada gracias a
la defensa del pueblo desde las terrazas de las casas y de los locales
sindicales, convertidos en fortines. En todos los barrios obreros se levantaron
barricadas que no le dieron reposo al enemigo.
Vencidos los militares, la ira popular sacaba de sus
escondites a los cómplices civiles, a quienes se les aplicaba una justicia
sumaria, blanco de estas represalias fueron, principalmente, el clero regular y
secular.
Para este entonces, los trabajadores habían abandonado las
herramientas de trabajo para empuñar el fusil, quedando paralizada la
producción. Al acabar la lucha callejera, la primera medida adoptada consistió
en organizar la distribución de los artículos de primera necesidad. Estos
organismos revolucionarios fueron llamados Comités de Abastos (de distribución
de alimentos).
Estos Comités nacieron en los barrios, convirtiéndolos en
campamentos. En las ciudades, se llevaron a cabo, actos de expropiación, a los
que se los llamó, “requisas”. Estos Comités concentraban en grandes almacenes
productos de los comercios particulares. Los equipos móviles de los Comités de
Abastos recorrían las huertas cercanas a la ciudad y los pueblos de la región,
llevando a cabo requisas y realizando intercambios. De estos Comités partieron
las primeras medidas de distribución y de racionamiento, donde en un principio
se puso en práctica un sistema de intercambio libre con los proveedores.
Llegado el 28 de julio la Federación Local de Sindicatos de
Barcelona, según acuerdo de una reunión plenaria celebrada el día anterior, dio
por terminada la huelga general y aconsejaba a los trabajadores que se
reintegraran a las fábricas y servicios habituales. Cada sindicato se apresuró
a cumplimentar el acuerdo para que la dinámica económica vuelva al ruedo, pero
esta vez bajo la gestión directa de los trabajadores.
Colectivización de los medios de producción
La colectivización de los centros de producción se
organizaron formando comités de empresa por los mismos trabajadores y técnicos
de buena voluntad, quienes se esforzaron en asegurar la producción y el funcionamiento
eficaz delos servicios.
En cuanto al servicio de transporte urbano se hizo pública
su incautación el 25 de julio. Al día siguiente se produjo el de los servicios
de agua, fuerza motriz y alumbrado.
Las empresas que, por diferentes razones, no era posible
colectivizar, regía el Control Obrero, que consistía en vigilar estrechamente
los movimientos de la dirección patronal, en el doble aspecto de fiscalización
y de información. Estas fórmulas de organización revolucionaria de la
producción, distribución y administración fueron imitadas en las demás regiones
liberadas.
Al proceder a la socialización de una industria, se
agrupaban todos los esfuerzos de los distintos sectores que componen la rama de
industria con el fin de evitar competencias que dificultarían la buena
organización de la industria socializada. Se trataba, pues, de ensanchar la
base de la concepción colectivista, organizando a todas las manifestaciones
económicas en un todo armónico y desinteresado.
Colectivización del campo
Hasta abril de 1934 sólo unos doce mil campesinos habían
recibido tierras del Estado. Pero el mismo año el gobierno de derecha de
Lerroux-Gil Robles anuló la reforma agraria. Los terratenientes de España, que
habían sido expropiados vieron sus propiedades devueltas.
Después de las elecciones de 1936, cuando el Frente Popular
tomo el poder, la reforma agraria anhelada por los campesinos no se desarrolló
como habían prometido en la campaña electoral. Los campesinos aplicaron la
“expropiación invisible”, invadiendo las fincas muertas, realizando la
expropiación por ellos mismos, para que luego el gobierno sancione su ocupación.
A partir del 19 de julio de 1936 las expropiaciones se
extienden por el territorio que no pudieron invadir los militares facciosos,
alcanzando en 1938: 2.432.202 hectáreas por abandono de sus propietarios,
2.008.000 ocupadas para utilidad social y 1.252.000 ocupadas a título
provisional. Nótese el contraste: el gobierno republicano había distribuido
legalmente en cinco años de reforma agraria 876.327 hectáreas; la revolución,
en pocas semanas, había expropiado y en gran parte colectivizado 5.692.202
hectáreas por ocupación directa de los campesinos.
La CNT fue el brazo y cerebro de esta revolución agraria, la
primera y más trascendental que se había producido en España. Como en la
ciudad, la necesidad urgente de poner en marcha la producción estimuló la
colectivización. Las tierras incautadas eran entregadas a los sindicatos de
campesinos, quienes organizaron las primeras colectividades.
Todos trabajaban con arreglo a su capacidad física. Una vez
cubiertas las necesidades económicas de la propia Colectividad el resto de la
producción se dedicaba al mercado externo, en concepto de venta o de
intercambio, directamente o por medio de los organismos federales que se iban
creando.
Los colectivistas se abastecían en las respectivas
cooperativas, que eran grandes almacenes, con frecuencia iglesias desafectadas
por la revolución. Como almacenes eran locales ideales y en ellos se apilaban
los productos para el consumo local. Las colectividades agrarias fueron
ampliando su radio de acción con la ampliación de industrias complementarías,
panadería, barbería, carpintería, herrería, granja, etc.
Las tierras fueron labradas con mayor profundidad con ayuda
de los tractores, lo que dio cosechas más óptimas. En muchos pueblos se
trazaron nuevos caminos y mejoraron los existentes. También se instalaron
molinos harineros modernos y transformaron industrialmente los derivados de la
agricultura y la ganadería. Muchas de aquellas industrias habían sido
instaladas por primera vez merced a la iniciativa colectivista.
La caída final de las colectividades anarquistas no fue una
consecuencia de su incapacidad en el sistema organizativo comunal, sino, por la
intervención gubernamental y el contexto bélico que tuvo que enfrentar. La
represión desatada desde el mismo bando republicano hacia las colectividades se
irá agravando, cobrándose la vida de muchos trabajadores.
La epopeya del pueblo español demostró que la capacidad
organizativa de los productores y consumidores es posible a través de la
cooperación mutua sin la búsqueda de lucro. La realización de esta organización
económica en medio de un conflicto bélico nos demuestra la potencia
transformadora incubada en el seno de los trabajadores. La construcción de una
sociedad nueva es, en parte, producto de imaginarse una vida diferente, y el luchar
apasionadamente por ello.
Nuestro recuerdo y admiración por la acción revolucionaria
llevada a cabo por el pueblo trabajador español, es tributada en la
organización que hoy, día a día, buscamos construir, para pelear por la
necesaria transformación social.
Nota extraída del Organización Obrera Nº63 órgano difusor de
la Federación Obrera Regional Argentina.