domingo, 19 de julio de 2020



1936-1939 COLECTIVIZACION DEL CAMPO Y LA CIUDAD EN LA ESPAÑA REVOLUCIONARIA

Hace 84 años se desarrolló la gran gesta heroica de la Revolución Española (1936-1939), donde compañeras y compañeros llevaron a la práctica los ideales que abrazaron, colectivizando campos y ciudades superando las restricciones impuestas por la guerra.
Estas colectivizaciones estuvieron influenciadas por la labor previa desarrollada por los anarquistas y anarcosindicalistas de la CNT y de la FAI, por los motivos que esbozaremos a continuación.

Colectivización en las ciudades
Tomando como punto de referencia al 17 de julio de 1936, donde el ejército de Marruecos había iniciado la sublevación para derrocar al gobierno republicano, las negociaciones resultaron frustradas rápidamente y el pueblo se lanzó a las calles. Los sindicatos alertaban a los trabajadores sobre la necesidad de ponerse en pie de guerra, como también la de tomar por asalto las armerías. Se declaró huelga general revolucionaria, dando origen a la sublevación del pueblo, el 19 de julio.
Por su parte, las tropas de casi toda España irrumpían en la calle, declaraban el estado de guerra y ocupaban lugares estratégicos.
En principio, la insurrección había sido aplastada gracias a la defensa del pueblo desde las terrazas de las casas y de los locales sindicales, convertidos en fortines. En todos los barrios obreros se levantaron barricadas que no le dieron reposo al enemigo.
Vencidos los militares, la ira popular sacaba de sus escondites a los cómplices civiles, a quienes se les aplicaba una justicia sumaria, blanco de estas represalias fueron, principalmente, el clero regular y secular.
Para este entonces, los trabajadores habían abandonado las herramientas de trabajo para empuñar el fusil, quedando paralizada la producción. Al acabar la lucha callejera, la primera medida adoptada consistió en organizar la distribución de los artículos de primera necesidad. Estos organismos revolucionarios fueron llamados Comités de Abastos (de distribución de alimentos).
Estos Comités nacieron en los barrios, convirtiéndolos en campamentos. En las ciudades, se llevaron a cabo, actos de expropiación, a los que se los llamó, “requisas”. Estos Comités concentraban en grandes almacenes productos de los comercios particulares. Los equipos móviles de los Comités de Abastos recorrían las huertas cercanas a la ciudad y los pueblos de la región, llevando a cabo requisas y realizando intercambios. De estos Comités partieron las primeras medidas de distribución y de racionamiento, donde en un principio se puso en práctica un sistema de intercambio libre con los proveedores.
Llegado el 28 de julio la Federación Local de Sindicatos de Barcelona, según acuerdo de una reunión plenaria celebrada el día anterior, dio por terminada la huelga general y aconsejaba a los trabajadores que se reintegraran a las fábricas y servicios habituales. Cada sindicato se apresuró a cumplimentar el acuerdo para que la dinámica económica vuelva al ruedo, pero esta vez bajo la gestión directa de los trabajadores.

Colectivización de los medios de producción
La colectivización de los centros de producción se organizaron formando comités de empresa por los mismos trabajadores y técnicos de buena voluntad, quienes se esforzaron en asegurar la producción y el funcionamiento eficaz delos servicios.
En cuanto al servicio de transporte urbano se hizo pública su incautación el 25 de julio. Al día siguiente se produjo el de los servicios de agua, fuerza motriz y alumbrado.
Las empresas que, por diferentes razones, no era posible colectivizar, regía el Control Obrero, que consistía en vigilar estrechamente los movimientos de la dirección patronal, en el doble aspecto de fiscalización y de información. Estas fórmulas de organización revolucionaria de la producción, distribución y administración fueron imitadas en las demás regiones liberadas.
Al proceder a la socialización de una industria, se agrupaban todos los esfuerzos de los distintos sectores que componen la rama de industria con el fin de evitar competencias que dificultarían la buena organización de la industria socializada. Se trataba, pues, de ensanchar la base de la concepción colectivista, organizando a todas las manifestaciones económicas en un todo armónico y desinteresado.

Colectivización del campo
Hasta abril de 1934 sólo unos doce mil campesinos habían recibido tierras del Estado. Pero el mismo año el gobierno de derecha de Lerroux-Gil Robles anuló la reforma agraria. Los terratenientes de España, que habían sido expropiados vieron sus propiedades devueltas.
Después de las elecciones de 1936, cuando el Frente Popular tomo el poder, la reforma agraria anhelada por los campesinos no se desarrolló como habían prometido en la campaña electoral. Los campesinos aplicaron la “expropiación invisible”, invadiendo las fincas muertas, realizando la expropiación por ellos mismos, para que luego el gobierno sancione su ocupación.
A partir del 19 de julio de 1936 las expropiaciones se extienden por el territorio que no pudieron invadir los militares facciosos, alcanzando en 1938: 2.432.202 hectáreas por abandono de sus propietarios, 2.008.000 ocupadas para utilidad social y 1.252.000 ocupadas a título provisional. Nótese el contraste: el gobierno republicano había distribuido legalmente en cinco años de reforma agraria 876.327 hectáreas; la revolución, en pocas semanas, había expropiado y en gran parte colectivizado 5.692.202 hectáreas por ocupación directa de los campesinos.
La CNT fue el brazo y cerebro de esta revolución agraria, la primera y más trascendental que se había producido en España. Como en la ciudad, la necesidad urgente de poner en marcha la producción estimuló la colectivización. Las tierras incautadas eran entregadas a los sindicatos de campesinos, quienes organizaron las primeras colectividades.
Todos trabajaban con arreglo a su capacidad física. Una vez cubiertas las necesidades económicas de la propia Colectividad el resto de la producción se dedicaba al mercado externo, en concepto de venta o de intercambio, directamente o por medio de los organismos federales que se iban creando.
Los colectivistas se abastecían en las respectivas cooperativas, que eran grandes almacenes, con frecuencia iglesias desafectadas por la revolución. Como almacenes eran locales ideales y en ellos se apilaban los productos para el consumo local. Las colectividades agrarias fueron ampliando su radio de acción con la ampliación de industrias complementarías, panadería, barbería, carpintería, herrería, granja, etc.
Las tierras fueron labradas con mayor profundidad con ayuda de los tractores, lo que dio cosechas más óptimas. En muchos pueblos se trazaron nuevos caminos y mejoraron los existentes. También se instalaron molinos harineros modernos y transformaron industrialmente los derivados de la agricultura y la ganadería. Muchas de aquellas industrias habían sido instaladas por primera vez merced a la iniciativa colectivista.
La caída final de las colectividades anarquistas no fue una consecuencia de su incapacidad en el sistema organizativo comunal, sino, por la intervención gubernamental y el contexto bélico que tuvo que enfrentar. La represión desatada desde el mismo bando republicano hacia las colectividades se irá agravando, cobrándose la vida de muchos trabajadores.
La epopeya del pueblo español demostró que la capacidad organizativa de los productores y consumidores es posible a través de la cooperación mutua sin la búsqueda de lucro. La realización de esta organización económica en medio de un conflicto bélico nos demuestra la potencia transformadora incubada en el seno de los trabajadores. La construcción de una sociedad nueva es, en parte, producto de imaginarse una vida diferente, y el luchar apasionadamente por ello.
Nuestro recuerdo y admiración por la acción revolucionaria llevada a cabo por el pueblo trabajador español, es tributada en la organización que hoy, día a día, buscamos construir, para pelear por la necesaria transformación social.

Nota extraída del Organización Obrera Nº63 órgano difusor de la Federación Obrera Regional Argentina.

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